Fan del Indio Solari, de Charly García, del Beto Acosta y de Diego Maradona, y defensor de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, a Gabriel Boric le está costando poco crear vínculos “afectivos” al otro lado de la cordillera. Su primer viaje como presidente de Chile será a Argentina, donde Alberto Fernández lo espera con los brazos abiertos.
El futuro vínculo bilateral entre ambos países luce prometedor. La vicepresidenta, Cristina Fernández, también lo saludó por todo lo alto. “Como dijimos el viernes 10 en la Plaza: ‘El pueblo siempre vuelve y encuentra los caminos para hacerlo. Puede ser un partido, puede ser un dirigente hoy y otro mañana pero el pueblo siempre vuelve’. Felicitaciones Presidente Gabriel Boric a usted y al pueblo de Chile”, publicó Cristina en sus redes sociales, apenas se confirmó el triunfo del candidato de Apruebo Dignidad sobre su rival de ultraderecha.
Al saludo se sumó al instante el Presidente, que luego se comunicó con su par electo por teléfono: “Estoy muy feliz, la región necesita que trabajemos juntos”.
No son sólo gestos diplomáticos. La victoria de un posible aliado en el país vecino es un alivio para el gobierno argentino, y la posibilidad de potenciar negocios, integración y miradas en común en la región. Todo esto hubiera estado en duda con una figura como la de José Antonio Kast, que planteó, sin eufemismos, una hipótesis de conflicto limítrofe con Argentina siendo candidato.
El canciller Santiago Cafiero evaluó que, con Boric, se podrá continuar el camino para potenciar la integración entre ambos países.
Cafiero definió a Boric como un dirigente político joven que tiene miradas similares a las del Frente de Todos y evaluó que eso permite pensar algunas coincidencias.
“Las relaciones con el pueblo de Chile, entre ambos países, vienen creciendo y queremos potenciarlas”, afirmó Cafiero. El responsable de la diplomacia argentina habló de hallar puntos de encuentro en cuestiones político-institucionales, en lo relativo a desarrollos de mercados, inversiones y proyectos de integración bilateral, entre los que destacó el trazado de la conectividad en dirección al Asia Pacífico y la exportación de gas que está haciendo Argentina y que permiten “potenciar la integración.
La integración de la región es clave, dijo Cafiero, porque, cuando hubo “una sola política de desarrollo, miles y miles de latinoamericanos salieron de la pobreza” y “empezaron a desarrollar los sueños que tenían en paz”, en alusión a la década pasada, cuando se fortaleció el Mercosur, y gobernaban en América Latina Néstor Kirchner y luego Cristina Fernández, en Argentina; Hugo Chávez, en Venezuela; Lula da Silva y Dilma Roussef, en Brasil; José “Pepe” Mujica, en Uruguay, y Evo Morales, en Bolivia.
El año que viene, recordó Cafiero, la postura de Boric sobre Malvinas tomará especial relevancia, porque el país estará “en un momento de mucha reflexión”, al cumplirse 40 años de la Guerra de Malvinas. “Argentina va a necesitar tender la mano con muchos vecinos de la región”, dijo, en la búsqueda por una “solución diplomática y pacífica” por la soberanía de las Islas.
Según el analista político Sergio Berensztein, la relación con Chile es crucial en múltiples aspectos. La cuestión energética, vinculada a la explotación del yacimiento de Vaca Muerta, pasa a ser estratégica, si se toma en cuenta un posible acuerdo para construir un nuevo oleoducto que permita llevar sacar el material hacia el Pacifico -centro del comercio global a partir del despegue de China- a través de Chile.
El mapa de la región
Con Boric en Chile, Luis Arce en Bolivia, un Lula que aparece como favorito en la carrera hacia la presidencia de Brasil, en 2022, y Alberto Fernández en Argentina, debilitado luego de la derrota electoral de octubre de este año y con problemas para dominar el escenario legislativo, puede haber una corriente de afinidad mucho más aceitada que la que podría jamás existir con un Jair Bolsonaro, que se dedicó durante toda su presidencia a dinamitar la relación con sus vecinos. Otro presidente que viene de la izquierda, Pedro Castillo, de Perú, enfrenta sus propios problemas para gobernar, y se muestra bastante conservador en temas sociales, como la ampliación de derechos de minorías LGBT+ y de las mujeres.
La situación en América Latina está lejos de parecerse a aquella de 2005, cuando Hugo Chávez desafiaba a la hegemonía de Estados Unidos en la región, al grito de “ALCA, ALCA, al carajo”, en la Cumbre de los Pueblos, realizada en paralelo a la reunión de los jefes de Estado n la IV Cumbre de las Américas, y que marcó el inicio del denominado proyecto “de la Patria Grande”.
En Uruguay gobierna Luis Lacalle Pou, un presidente liberal, que le ganó al Frente Amplio de Mujica y que tiene muy buena imagen. En Ecuador, el gobierno, también liberal, de Guillermo Lasso, se sacude bajo la ola de protestas populares y de pueblos indígenas, que le reclaman medidas para enfrentar la crisis desatada por la pandemia de coronavirus. Colombia tendrá elecciones en mayo y el candidato de izquierda Gustavo Petro aparece como el favorito.
En suma, en el escenario regional empieza a delinearse un cierto avance de los partidos de izquierda o centroizquierda, pero que no es generalizado, ni es uniforme en las propuestas de esas formaciones políticas.